Comunicación extraterrestre

Comunicación extraterrestre: Fuente Pixabay

Las distancias interastrales son enormes y eso hace muy inconcebible que nos puedan visitar desde otros planetas, porque aunque se viajase a la velocidad de la luz se tardaría muchísimo tiempo en llegar a nuestro planeta, con el riesgo de posibles accidentes, averías, etc. Quizás se haya intentado, pero posiblemente mediante robots, ya que esto supondría un riesgo más asumible. Y aún así, suponiendo que eligiesen visitar nuestro planeta, supongo que tendría que ser un viaje sólo de ida porque la vuelta sería muy larga y habría muchos riesgos.

Las civilizaciones extraterrestres más avanzadas, por lógica, son las que se encuentran más lejos de nuestra civilización porque han nacido antes sus sistemas planetarios, y los sistemas planetarios que han nacido antes son los más viejos y los más cercanos al nacimiento universal.

El medio más eficaz para viajar de un planeta a otro es mediante las almas. Ya que éstas, como pequeñas existencias energéticas dinámicas que son, se pueden desplazar instantáneamente a cualquier lugar universal. Ya que el universo es totalmente dinámico, y por eso no puede impedir que esas existencias inmateriales y tan densamente dinámicas llamadas almas se muevan libremente a cualquier lugar universal sólo con el pensamiento. Una sociedad debe estar muy evolucionada para comunicarse de forma permanente  con la jerarquía de almas y que a través de este medio puedan visitar otras civilizaciones planetarias. Porque qué necesidad tiene una civilización extraterrestre, lo suficientemente avanzada, de viajar mediante naves espaciales a otros lugares planetarios muy lejanos en los que exista vida, si mediante las almas pueden visitarlos sin riesgo alguno.

Tarde o temprano nos tendremos que comunicar con los extraterrestres, es ley de vida, y nos tendremos que comunicar a través de las almas. Supongo, que ellos todavía no se han comunicado con nosotros de una manera permanente, porque todavía no estamos preparados para ello. 

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Autor: Salvador Sánchez Melgar